MÉXICO NO OFRECE NADA
A LOS JOVENES.
Pese a que contra la pobreza y la corrupción
que genera, la solución es la educación, para el Índice Internacional de
Percepción de Corrupción de Transparencia Internacional, Dinamarca, Suecia y Nueva Zelandia son
percibidas como los países con menor corrupción en el mundo, con una
calificación de 9.3, mientras que México, se mantiene en un patético 3.6 en el
lejano puesto setenta y dos de las ciento ochenta naciones encuestadas.
¿Deberíamos asombrarnos de esa situación cuándo todas las encuestas demuestran
un crecimiento muy significativo de la corrupción en el Distrito Federal y
tampoco pasa nada?, ¿cuándo algunos ven con naturalidad e incluso como un
derecho adquirido que se puedan “heredar” plazas laborales, que se pagan de
nuestros impuestos, para venderlas o negociar con ellas como si fueran un
patrimonio personal?, ¿cuándo existen estados, municipios, sindicatos, sectores
descentralizados que no terminan de rendir cuentas?
No, el caso es
que el salario promedio entre la población económicamente activa del país,
entre los que están en la economía formal, es de unos 6 mil 200 pesos por
persona, mientras que el ingreso promedio de quienes trabajan en la
informalidad es de 3 mil 300 pesos. ¿Alguien puede dudar que se requieren más
técnicos, más trabajadores calificados, más conocedores de sistemas e
informática para poder crear esas fuentes de trabajo y que estén mejor pagadas?
Esto no quiere decir que debemos inculcar en nuestros futuros ciudadanos el
famoso “el que no tranza no avanza” ó dedicarle más tiempo a divulgar una
cultura de castigos ejemplares y leyes penales con condenas excesivas, que solo
crea resentimientos y malos ciudadanos.
La verdadera
solución está en la educación con valores, inculcar en el niño y joven en
formación no solo conocimientos básicos y generales, sino también los valores
que nos distinguen como país, enseñarle a cuidar las instalaciones donde vive,
los espacios que disfruta y su hogar. En la medida que crezcan se sentirán
identificados y que forman parte de un todo que se debe respetar, una educación
integral. Bueno esto dice Javier Barragán, porque…
AL LLEGAR A LA UNIVERSIDAD LOS ESTUDIANTES NO SABEN LEER NI ESCRIBIR
Jorge
Alfonso Sierra indica que América Latina y el Caribe muestran la triste
evidencia de que un gran porcentaje de los estudiantes Universitarios
literalmente “no sabe leer ni escribir”. Las estadísticas de las pruebas
nacionales de validación de conocimientos en secundaria en el área de español a
los que hemos tenido acceso en Argentina, Colombia y México, arrojan que el
setenta por ciento de los estudiantes “pierde español y matemáticas”.
Si una persona que ha asistido más
de doce años a la escuela y no sabe ni comprende lo que lee “en su propia
lengua materna”, quiere decir que estamos ante una masa de “balbucientes” que
se enfrentarán a un caudal de inconvenientes cuando intenten alcanzar un título
profesional. Ni se diga si desean aprender y estudiar en otro idioma.
Es mucha la responsabilidad
del docente, no tanto desde el punto de vista legal o institucional, sino como ser humano, como partícipe
activo del desarrollo científico, cultural y social pero solo se necesita su decisión
y compromiso de aportar, desde lo escrito, su propia y particular manera de
enseñar.
La importancia de escribir para un
docente, o profesional, radica en que, al hacerlo, está logrando apropiarse de
un lenguaje, de las palabras y las ideas de otro, lo que indefectiblemente lo
conduce a encontrar la voz propia y, como dice el investigador mexicano
Gregorio Hernández: “a hacerse escuchar en conversaciones sociales que solo
tienen lugar fuera del espacio íntimo del individuo y su familia. Al
convertirse en hablante de una lengua significa, ante todo, tener algo que
decir y entrar en el espacio público de las conversaciones mediadas por lo
escrito”.
Cuando un maestro se “obliga” a
escribir sus propios textos, ideas, pensamientos y estrategias de enseñanza, se
convierte en un referente obligado para sus alumnos y, por decantación, les
está enseñando cómo hablar y pensar; es decir, cómo escribir.
Cuando muchos alumnos –tanto de
secundaria como de Universidades de América Latina y el Caribe– nos muestran
que tienen poca capacidad de síntesis, confunden las definiciones de las
palabras y les cuesta extractar ideas principales de lo que leen, lo que nos
señalan es que han tenido maestros que, por desidia o franca desconfianza en
sus propia capacidades, no les mostraron la forma expedita de expresarse con su
propia voz. Porque seguramente siempre basaron sus clases y sus enseñanzas en
la repetición de textos y lecturas realizados y escritos por otros profesores,
muchos de ellos extranjeros y hasta hablantes de otro idioma.
Enseñar a un estudiante a leer no es solamente que lo
haga con muchos libros. Enseñarle a leer es que “se apropie del lenguaje de
otros para expresar sus propias intenciones, y para convertirse en autor y actor
de su lugar en el mundo”, como sigue diciendo el mismo Hernández.
Hoy, el desarrollo de estas competencias de lectura y
escritura se considera fundamental, a tal punto que se asume como la llave de
acceso a otros conocimientos, como el de las matemáticas. Por esa razón, las
universidades se han dado a la tarea de generar estrategias para mejorar en
este campo.
Sabemos que la “Universidad de los Andes”, de Bogotá,
Colombia, ofrece a sus alumnos de primeros semestres el curso “Discurso e
identidad, comprensión y producción de textos académicos”.
María Mercedes Molina, Coordinadora del Área de
Español del Departamento de Lenguaje y Estudios Socioculturales de esa casa de
estudios, sostiene que el curso está sintonizado con la investigación y la
enseñanza de lengua materna que la “Universidad de los Andes” lleva a cabo
desde hace más de trece años.
"El objetivo es capacitar a los alumnos para que
puedan asumir las exigencias que los profesores les hacen durante la carrera ya
que el curso tiene componentes de comprensión analítica de textos, comprensión
auditiva, expresión oral y escrita intencional de los escritos que deben
elaborar".
La competencia lingüística se maneja de acuerdo con
las necesidades de cada alumno: "Fortalecemos casos de dudas y
dificultades en español, puntuación, ortografía, porque son las que más los
afectan", afirma Molina.
Importante, ¿por
qué?
El director del Icfes- Instituto Colombiano de Fomento
a la Educación Superior, Daniel Bogoya, explica que la gramática y la
lingüística son objetos del lenguaje: "Si uno es capaz de manejar esos
objetos, también puede manejar los de las matemáticas o las ciencias, por
ejemplo".
Según Bogoya, saltar de lenguaje a matemáticas muestra
solo que se cambia de objetos: del sujeto, el predicado, los conectores y las
preposiciones, pasa uno a suma, resta, multiplicación: "La clave está en
la estrategia de pensamiento que, gracias al lenguaje, desarrolla una persona
para entender la lógica con la que se mueve. Si no encuentra la forma de
mediatizar su pensamiento, es muy difícil que comprenda esos otros
mundos".
Considera que si un estudiante es capaz de expresar
bien una idea y hacerla comprensible, tiene más posibilidades de moverse en
otras áreas: "Por eso la apuesta de la educación en el mundo es potenciar
el lenguaje como motor del aprendizaje", dice.
Como estrategias preventivas, en Colombia, los
colegios han acogido programas que incentivan la lectoescritura. En Bogotá
existe hace siete años el proyecto “Red Podemos Leer y Escribir”, que surgió
gracias a un convenio entre la Secretaría de Educación Pública de México, el
Cerlalc y entidades gubernamentales de doce países de América Latina.
La conclusión a que podemos llegar es clarísima: en
las manos, literalmente en las manos, de todos los docentes de América Latina
está el que es nuestro futuro; es decir, que nuestros estudiantes, adquieran y
se apropien adecuadamente de las destrezas de leer y escribir.
Entonces, parafraseando a Federico Nietzsche, le
diremos a todo maestro: “Di tu palabra. ¡Y trasciende!”, señala Jorge Alfonso
Sierra, todo ello pese a que…
Los Ninis, representan un
alto costo social y productivo para el país
Aunado a lo
anterior tenemos que los expertos han señalado que la pérdida de crecimiento
económico, la reducción de potencial productivo y competitividad es el saldo
que presenta México al tener entre 7.2 millones y 7.8 millones de
"ninis", pero hay que resaltar que el número de jóvenes desalentados
está aumentando en el mundo.
Es decir que aquellos
que hoy en día ni buscan trabajo ni estudian porque están completamente
frustrados ante ninguna oportunidad de trabajo. Los desconectados del mercado
laboral son los que tienen más complejidades de ajustar sus competencias con
los trabajos.
Cada año, entre
1 y 1.5 por ciento en términos de incremento del Producto Interno Bruto (PIB)
es lo que pierde el país por tener a 21 por ciento de sus jóvenes sin estudiar
ni trabajar ("ninis"), y por el contrario, el sector informal y los
grupos de la delincuencia organizada son los "ganadores" de esos
jóvenes desalentados por el desempleo que enfrentan, señaló la Secretaría del
Trabajo y Previsión Social.
Los ninis son un
costo social muy alto para la sociedad, para el avance y la productividad misma
del país, ya que "en edades tempranas esta falta de oportunidades genera
frustración, que puede ser un perfecto caldo de cultivo para la informalidad o
el crimen organizado, que son ventanas más fáciles para obtener ingresos.
De cada diez
jóvenes que egresan de universidades sólo tres están empleados, y los demás
subempleados o desempleados; entonces la consecuencia es que se van engrosando
las filas de la informalidad y el desempleo, y también de la delincuencia, pero
el costo económico es también un costo social.
Aunque no hay un
estudio que muestre con precisión una afectación económica vinculada al número
de ninis, la Oficina de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) para México
y Cuba afirma que si la economía comenzara a crecer más de cuatro por ciento,
el empleo juvenil casi de inmediato se vería beneficiado. Pero si el PIB no
avanza más allá de tres por ciento, el desempleo en la población joven seguirá
en rezago y probablemente en una escalada de precariedad.
El tener a
jóvenes que no están aportando su fuerza de trabajo significa pérdidas de hasta
1.5 por ciento en crecimiento o costo de oportunidad, pues si ellos se
incorporaran al mercado laboral se podría lograr entre 1 y 1.5 por ciento de
incremento del PIB". Pero en el mediano plazo tener 'ninis nos puede estar
reduciendo las capacidades productivas al año en al menos un punto de
crecimiento; el simple hecho de que dejemos afuera una parte importante de la
población nos disminuye el potencial.
Por lo que hace
al desempleo juvenil, se plantea que por cada punto porcentual que aumenta la
tasa de desocupación, la tasa de informalidad en jóvenes se eleva 1.06 por
ciento, es decir que hay una relación simétrica en torno a que, si sube el
desempleo total, más jóvenes van a la informalidad.
Eso nos dice que
los jóvenes son los más susceptibles y afectados del ciclo económico; es decir
que cuando cae el crecimiento, el desempleo de los jóvenes aumenta, así como la
informalidad, y cuando viene la fase de recuperación económica, la informalidad
de los jóvenes no se reduce en la misma proporción. El desempleo juvenil es
apenas la punta de una gran madeja de problemas, ya que también se tiene que a
pesar de generarse una mayor cantidad de trabajo después de la crisis, la
calidad de estos se está deteriorando.
Resulta que por
un lado hay jóvenes que laboran en la formalidad muchas horas con contratos a
corto plazo, y por otro, los que lo hacen en la informalidad con baja
remuneración, poca o ninguna protección social, escasa formación y sin voz ni
voto en las organizaciones de trabajo. Así que lo que a final de cuentas el
país ofrece a los jóvenes, sobre todo a los ninis es, NADA.
Publicado en la edición 456 de la revista política Suceso de fecha 11 de Abril de 2012.
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