Ferdusi Bastar Mérito
En el corazón de la patria, la Plaza de la Constitución, llamada así
para conmemorar la Constitución de Cádiz, en nuestro zócalo, a un costado del
antiguo edificio del ayuntamiento, hoy sede del gobierno del D. F., y frente al
edificio de la Suprema Corte de Justicia (opusdeína?), en lo que fue el mercado
del volador, se encuentra una escultura de Juan Olagíbel que simboliza el
descubrimiento, por parte de los migrantes mexicas, del sitio deparado para
la fundación de México-Tenochtitlán, indicado como la señal de un águila posada
sobre un tunal o nopalera, devorando una serpiente.
Es nuestro monumento a la mexicanidad, que debe ser conocido por todos
los mexicanos y que se eterniza en nuestro escudo nacional, el más bello del
mundo, que representa el triunfo del espíritu sobre la materia, el triunfo de
todo lo que vuela, sobre todo lo que se arrastra. Si ignoramos nuestros
orígenes, carecemos de rumbo y divagamos sin saber a dónde vamos. En nuestro
caso, contrario a la lógica, primero existieron los mexicanos, y después
México.
Las tribus nahuatlacas salieron de la mítica Aztlán hace 948 años, en
1067 y se asentaron 8 años en Chicomóstoc. Los últimos en partir rumbo al
centro de la república, fueron los aztecas. Iniciaron su peregrinar en 1075,
hace 940 años, y fue entonces cuando su líder los reunió y les dijo: «de aquí
en adelante, ustedes ya no son aztecas. Se llamarán mexicas, en honor de
mexitl, la otra cara de Huitzilopochtli, su dios tutelar. Y habrán de caminar
hasta encontrar la señal. El descenso de Huitzilopochtli, -colibrí siniestro o
zurdo- quien bajará del cielo, convertido en águila, para posarse en el gran
árbol del mundo -el nopal-, donde luchará contra un monstruo de la tierra, la
serpiente a la que devorará. Allí fundarán su ciudad y allí serán poderosos
Y los mexicas caminaron 250 años, de 1075 hasta un 8 de junio de 1325,
en que encontraron la señal indicada, y para poder permanecer en ese sitio
tuvieron que someterse como esclavos. Pero ese día, el 8 de junio de 1325, hace
690 años, se funda la ciudad de México y nace la mexicanidad.
Al poco tiempo, estos hombres admirables, dejaron la esclavitud para
convertirse en la clase gobernante de lo que fue el imperio mexica, que en poco
más de cien años, dominaron un enorme territorio desde gran parte del que hoy
ocupan los Estados Unidos hasta Panamá, y desarrollaron una civilización que en
muchos aspectos superaba a los europeos.
Debemos admirar la ética con que se conducían nuestros antepasados
mexicas que ya quisiéramos se aplicara hoy día. No existían las emboscadas, la
declaración de guerra era un asunto de honor, y agotados los recursos
diplomáticos un emisario avisaba el lugar y día en que atacarían. Los sometidos
pagaban el tributo, pero se les respetaba su lengua, su religión, su gobierno y
su sistema de vida.
En el imperio mexica, no había campesino sin parcela ni niño sin
escuela. Las faltas cometidas por miembros de la clase gobernante eran
castigadas con una severidad muy superior a las que se aplicaban a gente del
pueblo, pues «la clase gobernante tenía la obligación de poner el buen
ejemplo».
Este pueblo, insultado y calumniado por el fanatismo y por quienes los
sometieron al despojo y a trabajos forzados, sufrió el tal vez más grande
genocidio en la historia de la humanidad. El cruento proceso de colonización y
encomiendas, redujo una población que en 1520 se estimó en 16 millones, a menos
de 4 millones en 1575, incluyendo a peninsulares y criollos. Ya había entrado
la noche de tres siglos que fue la colonia y fue también en esa fecha cuando se
instauró una nueva infamia: la Santa Inquisición que cometería sus atrocidades
hasta la culminación de la independencia, en 1821,cuando se liberaron a
los encadenados de la casa oscura chata de Santo Domingo, uno de los edificios
más bellos del centro histórico capitalino, pero, con el negro historial de
haber albergado el tétrico tribunal del santo oficio, así, con minúsculas, y
que después de haber alojado a la escuela de medicina, es hoy el Museo Nacional
de la Medicina Mexicana.
Como anécdota final, todos sabemos que la palabra «zócalo» designa la
parte inferior de un edificio o monumento, el pedestal, y el pueblo de nuestra
metrópoli bautizó así a la Plaza de la Constitución debido a que el general
Santa Anna, en sus primeros gobiernos, planeó construir en esta plaza una
columna conmemorativa de la independencia, edificando únicamente su base o
«zócalo», que permaneció en el centro de esta plaza por muchos años, y se
convirtió en un punto de referencia: «frente al zócalo», «más allá del zócalo»
y el nombre, que no oficial, se quedó para siempre, y ahora es un mexicanismo
con el que muchos designan la plaza principal de una población.
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