Félix E. Sarracino Acuña
Quien crea que en el municipio de Centro hay un resultado electoral en
el que, según el discurso oficial, hay un ganador, se está engañando a sí
mismo. Este proceso secuestrado por el gobierno del estado, representa un
retroceso histórico.
Creímos que habíamos superado viejos vicios y prácticas electorales,
pero nos encontramos un gobierno capaz no sólo de revivirlas, sino de
reinventar trucos hasta hoy inimaginables.
Cualquier vicio de antaño se quedó pasmado ante la mente perversa que
concibió el taponamiento de casillas por los constructores que medran en la
Secretaría de Ordenamiento Territorial y Obras Públicas, del gobierno de Arturo
Núñez Jiménez, para evitar la libre manifestación de la voluntad popular.
Y en eso perdimos por partida doble: la escasa confianza en que el
gobierno sería respetuoso del proceso electoral y la oportunidad de elegir
libremente a nuestros gobernantes.
Fuimos testigos de la forma en que este gobierno -que tanto criticó a
su predecesor- da uso a los dineros públicos, para el soborno político, la
propaganda electoral y la compra del voto.
Un gobierno al que no le importa mantener abandonados a los hospitales,
que vivamos en un clima de inseguridad general y que no se tenga empleos para
dar de comer a las familias tabasqueñas, con tal de imponer a sus
incondicionales en el manejo de los presupuestos públicos para perpetuar su
poder.
Creímos que un gobernante que tanto ha hablado de democracia a lo largo
de su vida -Arturo Núñez Jiménez- por fin habría de emprender una etapa de
construcción de condiciones para superar los enconos y rivalidades que tanto
daño han hecho a nuestro desarrollo. Pero nos equivocamos.
Pudo más el interés de grupo, el sentido patrimonialista del poder y el
cobro de viejos agravios, que el compromiso de trabajar hombro con hombro con
todos los tabasqueños, para superar las adversidades que hemos padecido. Es una
pena.
Los ídolos se derrumban, las viejas prácticas se entronizan sobre las
nuevas esperanzas y el único cambio verdadero es el de las expectativas generadas
por las promesas de campaña, por la certeza de que resultó peor de lo mismo. Y
que cree que puede durar hasta el 2018.
La historia aún no termina. Es apenas el inicio de otra cuyo derrotero aún
desconocemos. Pero que existe en la certeza de que el destino -más temprano que
tarde- tendrá que alcanzarlos.
Publicado
en la edición 536 de la revista política Suceso de fecha 07 de Julio de 2015
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