- La tesis del ¨rompimiento¨
Sergio Demetrio García | Especial Suceso
A diferencia de las especulaciones o de las lecturas entre líneas que
los más avezados analistas políticos le hayan dado a la tesis del «rompimiento»
de Andrés Manuel López Obrador con el gobierno perredista de Arturo Núñez
Jiménez, el tabasqueño común es perspicaz pero, también suspicaz.
—Quién te puede decir a ti, a mí, a todos los que te leemos, si al
momento de la llamada a Telereportaje (lunes 29 de junio) desde su rancho en
Palenque, Chiapas (ese al que un día el líder nacional de Morena bautizó
sarcásticamente como la «La chingada»), a la diestra o siniestra de Amlo no
estuviese el mismísimo gobernador de Tabasco -me dice un vecino-.
Tras el comentario, pienso enseguida en el clásico «Todo hecho tiene,
por lo menos, tres versiones: la de los amigos, la de los enemigos y la verdadera».
Y es así que retomo también algo de lo propio: «El gran problema de México son
0.5% las suspicacias, el «sospechosismo», pues de un sector importante de la
sociedad ante ciertas actitudes de la clase gobernante; el resto —99.5 %— es la
«hijueputez» política.
—A Morena le fue muy bien en general -dijo en su momento Amlo, tras la
jornada comicial del 7 de junio-, pero, hete aquí que a los tabasqueños no nos
está yendo nada bien, en materia de seguridad pública, con el General «Moreno»
(Audomaro Martínez Zapata). Ni que decir en Educación con otro funcionario
«Moreno» (Rodolfo Lara Lagunas), viejo y enfermo, al que tuvieron que sacar de
urgencia de la Secretaría porque ya había sufrido un primer infarto.
Y si a esa crisis gubernamental en Seguridad Pública y Educación le
sumamos la crisis de credibilidad de un proceso al que la mayoría de los
partidos y actores políticos han calificado como una «elección de estado»,
donde hubo un «fraude generalizado», sí que a don Arturo Núñez le urgía una
salida política ya no digamos que convincente pero, si contundente y en ese
sentido nadie puede negar la contundencia pero, sobre todo la puntualidad de la
llamada de Andrés Manuel a Telereportaje el lunes 29 de junio.
Cuanto más crítica se tornaba la credibilidad de la elección reciente
(actualmente en etapa procesal); cuando más cuestionado estaba siendo el
gobierno nuñista ante la inconcebible permanencia, contra viento y marea, de
Audomaro Martínez en la titularidad de la policía estatal, pese a la ineptitud
evidente del ex jefe de escoltas del ex candidato presidencial ¡Zas!, que entra
la llamada de Amlo como el as bajo la manga que el nuñismo esperaba. Aunque
pueda parecer paradójico, esto y más se puede esperar de la política. Y conste
que lo dice mi vecino.
A la voz de «Yo no recomendé a nadie», Audomaro Martínez Zapata y
Rodolfo Lara Lagunas —lo que sendos movimientos policiales y magisteriales no
lograron antes— ya hoy están en sus casas gracias a la llamada del 29 de junio
que «cimbró» la estructura del gobierno nuñista. Y si digo que «cimbró» es
porque bastó con un telefonazo de Andrés Manuel para que se diera la salida de
altos funcionarios del gobierno estatal que son ampliamente identificados con
él pero que no estaban dando los resultados deseados por la población…
Pero, como el vecino perspicaz y suspicaz, quién te puede decir a ti, a
mí, a todos los que me leen, si el «rompimiento» Amlo-Núñez no es más que una
estratagema para que los tribunales, acostumbrados a jugarle las contras al ex
candidato presidencial, dejen las cosas tal cual resultaron de la elección del
7 de junio reciente.
EL COMPLOT
Y es que si a Morena le fue muy bien en general, como postulara Andrés
Manuel, nada más no entiendo cómo es que al mismo tiempo López Obrador salga al
paso que, desde Tabasco, Arturo Núñez Jiménez se prestó a un supuesto complot,
según esto, orquestado desde Los Pinos por Enrique Peña Nieto para evitar el
crecimiento del Movimiento Regeneración Nacional.
Dicho de otra manera, entre el domingo 7 de junio (día de la elección)
y lunes 29 de junio (cuando Andrés Manuel habló a Telereportaje para «romper»
con Núñez y «cuestionar» a su gobierno), tuvieron que pasar veintidós
larguísimos días para que López Obrador terminara convenciéndose, junto al
resto de la oposición tabasqueña, de que aquí hubo chanchullo.
Y eso extraña, porque apenas veinte días antes de la elección (lunes 18
de mayo), Andrés Manuel López Obrador estuvo en Villahermosa para
presentar su nuevo libro «El poder en el trópico». En esa oportunidad los
reporteros le preguntaron si vislumbraba un rompimiento con el gobernador
Arturo Núñez. López Obrador no sólo lo negó sino que sostuvo sus dichos de que
Núñez y él son muy amigos.
Aunque sí aprovechó la ocasión para hacerle un llamado al gobernador de
Tabasco: —Que deje de aplaudirle a Peña Nieto, porque no se hace nada con la
mafia del poder, no hay que juntarse con la mafia del poder, hay que tomar
distancia.
«Puedo cuestionar a Arturo (Núñez), pero le tengo más confianza a él,
que a Peña Nieto», contestó a alguien que le pidió su opinión sobre las fallas reiteradas
del simulacro del PREP en Tabasco…
En el peor de los casos, Juan José Rodríguez Prats tiene su propia
visión de la tesis del «rompimiento»: percibe los mismo escenarios que
antecedieron a la caída de Salvador Neme (+) en 1992: activismo e intromisión
de la familia en los asuntos públicos que sólo competen al jefe del Ejecutivo
estatal; enriquecimiento de los amigos del gobernador al amparo del poder;
conspiración de actores políticos de diferentes signos partidistas; vergonzosa
subordinación de los medios de comunicación a cambio de canonjías.
EN SEPTIEMBRE DEL 2013, YA LO HABÍA SUBRAYADO…
—Importa poco quién pueda suplir en el cargo de secretario de
Educación, al profesor Rodolfo Lara Lagunas ni siquiera quién pueda quedar en
el lugar que ahora ocupa Audomaro Martínez Zapata como secretario de Seguridad
Pública del estado, lo que de veras debe tener preocupado a don Arturo
Núñez son los daños colaterales que para su gobierno desencadenaría una
hipotética ruptura con un liderazgo nacional como el que representa el
«perredista-frente amplio progresista-moreno», Andrés Manuel López Obrador.
—Y no es ni remotamente porque Amlo pueda tumbar a Núñez de un gobierno
que tiene como sustento a la voluntad popular sino por el cuestionamiento mordaz
que es capaz de poner en tela de juicio al mismo depositario en turno de la
Presidencia de la República, aunque la carrera política de don Arturo, con su
ascenso a la gubernatura, haya llegado a tope. (Grijalva, septiembre del 2013).
Casi dos años después, todos hemos sido testigos cómo esa «hipotética
ruptura» se tradujo en un «rompimiento» a secas con el consabido «daño
colateral» desencadenado en contra del gobierno nuñista. «Daño colateral»
porque si ya sus detractores venían señalando a Núñez Jiménez de «mapache», la
«andanada» de Amlo lo ascendió a «Mapache Mayor».
Por cierto, que la puntual defensa que el número dos del organigrama
oficial hizo de su jefe fue tan débil, carente de sentido por el poco o nulo
tacto y contenido políticos, los hizo ver muy pequeñitos ante la opinión
pública que se generó tras la llamada del gran Amlo.
Así que «Todo hecho tiene, por lo menos, tres versiones: la de los
amigos, la de los enemigos y la verdadera». Incluya usted esta tesis del
«rompimiento» como una aportación perspicaz y suspicaz de mi vecino.
¿LLEGÓ LA
HORA DEL TLATOANI?
Se ha dicho que el tercer año de un sexenio —¿La hora de los Tlatoanis
mexicas?— marca la consagración del gobierno en turno porque se libera de
ciertos intereses creados: arreglos con su predecesor, cualquier otra
influencia o atadura política interna o externa.
¿Arturo Núñez Jiménez en el camino de la consagración de su gobierno,
libre de cualquier otra influencia o atadura política interna o externa?
Por lo pronto, los cambios más esperados en el gabinete de Núñez
Jiménez ya se dieron, faltan los resultados de verdad y el ultimísimo fallo de
la elección, que ahora está en manos de los tribunales, para que Tabasco pueda
reorientar el rumbo perdido…
Publicado
en la edición 538 de la revista Suceso Político de fecha 28 de Julio de 2015
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